(1) Es época de deconstruirlo todo. Desde el proceso de cocinar un plato hasta los fetiches, y desde los tópicos hasta los motivos de los viajes (la cantidad de variantes que caben entre el típico «¿por trabajo o por placer?»), todo se somete a la descomposición y a la lupa. No siempre se hace para comprehender los hechos en sí, como para obligar a los demás a tomar partido, donde el relativismo suele tener la peor prensa posible.

Incluso se tilda de «terceras vías» (con su correspondiente carga negativa) a opciones que no suponen vía alguna, sino que piden tiempo para procesar y tomar partido. Hay que posicionarse y hay que hacerlo rápido. Pero, ¿por qué y quién gana qué?

(2) Hoy es 14 de febrero, y por vía del santoral y de las costumbres, hay quien celebra el día de los enamorados dentro del esquema del amor romántico, ya deconstruido hasta el último neutrón. Ahora es cuando alguien apuntará que se trata de una excusa consumista de capitalismo radical para fomentar el gasto. Otros, no menos numerosos, podrán argumentar que, gracias a este incremento puntual de ventas, se mejora el mercado de trabajo, se fomenta el consumo y es beneficioso para todos. También habrá quien profese el llamado poliamor y hoy tenga una celebración exponencial, y puede que también un incremento de gastos, salvo que no comulgue con la vertiente más capitalista del día, o que sea relativista y una parte de su corpus amoroso siga el ritual y la otra parte no.

Sea como fuere, este tipo de celebraciones colectivas obligan a muchos a posicionarse, casi siempre en la díada de a favor o en contra. En mi caso, no me siento impelido a compartir mis creencias personales, ni siquiera cuando me las preguntan, así que rara vez me posiciono en caliente y en público. A menudo recomiendo un fragmento que leí a Emili Gené en prensa, y que compartí hace unos años en Twitter:

(3) Todo este ritmo de los tiempos tiene que ver con el poder, con cómo se ejerce, cómo se defiende y qué efectos tiene a corto plazo. Resistirse a estas convenciones con convicciones es un acto político. Deconstruirlo todo y buscar el pecado original es una tendencia que crea una multiplicidad de modelos, de personalidades y de opciones que lo relativizan todo. Es una explosión de cosmopolitismo que, curiosamente, provoca una amenaza para los esquemas mentales de una parte del colectivo social, que se aferra a la tradición, al temor a lo diferente y rechazan la redefinición de opciones personales, que forman parte de su libertad individual, generalmente desde posiciones que se consideran liberales. Pues no.

¿Acaso alguien piensa que es casualidad que tras la crisis del postmodernismo haya un auge de la extrema derecha?

(4) Plantéense por un momento si son más de Cocacola o de Pepsi o si van con el sector del taxi o de los VTC. Lenguaje inclusivo, sí, pero ¿con ambos géneros, con género neutro o cómo? Piensen también si creen que habría que prohibir la homeopatía o dejarla seguir vendiendo placebos, o si es necesario obligar a unos padres a vacunar a sus hijos (siempre me he preguntado si los antivacunas tienen instalados antivirus en sus ordenadores, es una de esas preguntas estúpidas que le vienen a uno). ¿Creen que es obligatorio elegir entre A o B? Algo muy diferente ocurre cuando afectan a la salud pública, donde las opciones se reducen y el debate cambia.

Llegados a este punto, ¿cómo hemos pasado del romanticismo del 14 de febrero inicial a hablar de la homeopatía? Tampoco crean que me he ido demasiado de la esencia, si nos ponemos a deconstruir y buscar puntos en común. Porque puede que el concepto de lo «común» sea el principal enemigo, lo corriente, lo normalizado, lo que debemos poner en cuestión porque lo común es dar por sentado lo común (algo similar escribió Stuart Mill sobre «lo natural»); y he dicho el principal enemigo hipotético, que no el único. Ha llegado el momento de poner en duda las convenciones y poner en práctica las convicciones, muchas veces rompiendo viejos esquemas que hace años que debían haberse roto. Creo que esto es de lo poco no-relativo que merece la pena defender hasta sus últimas consecuencias. Que nos roben esa opción, como defienden algunos hoy desde la cresta de la ola que les da el poderlo poner todo en cuestión, es un verdadero riesgo de involución. Y me parece difícil de simplificar en forma de meme o de tuit, en plena época de deconstrucciones.

Puede que vivamos en una época de un relativismo caníbal, después de todo. Como la propia democracia.

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