«Las circunstancias del mundo cambian constantemente, y también cambian las opiniones de los hombres; y como a quien se gobierna es a los vivos, y no a los muertos, son los vivos los únicos que tienen algún derecho en él.»
Thomas Paine
Irónicamente, el mantra de las herencias recibidas vuelve a nuestras pantallas. Esta vez el sucesor no será votado, pero ocupará el cargo de jefe de Estado, el más elevado jerárquicamente en territorio español. Y en este ‘fragmento’ de Estado que es Balears, las reacciones han puesto el foco en las utilidades esperadas, no en la estabilidad institucional, sino en las consecuencias que tendría para la imagen pública de las islas que el futuro monarca no veranee en Mallorca.
La economización de la política es tal, que se venden productos políticos a consumidores, utilizando estrategias de marketing y comunicación comercial, a cambio de una compra, traducida en un voto. Y Ustedes saben bien que el poder político no solo lo ejercen los partidos.
Es difícil calcular cuáles serán las consecuencias de que el rey ya no veranee en Balears, si es que alguna vez hubo algún beneficio que superase los costes reales, valga la ironía. Sí es más fácil calcular cuáles serán los costes de que se taladre el suelo marino a solo 9 kilómetros de la costa. Puede que ahuyente a los mantenedores del modelo productivo balear: los turistas. O peor, es posible que el yate del rey tenga que rodear la planta petrolífera y gaste más combustible, en cuyo caso bastará con seguir perforando, porque estamos convencidos de que es bueno para la imagen de Balears.
Hay muchas formas de poner un lugar en el mapa; algunas incluso son para bien.
(07 de junio de 2014)
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Entrelíneas es una sección radiofónica del programa A vivir que son dos días Baleares, de la Cadena SER.
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