(1) En el reproductor de música suenan Los piratas con la canción ‘Promesas que no valen nada’. Es una canción antigua en la que todavía jugaban con el drive de la distorsión de la guitarra. En un fragmento se escucha a Iván Ferreiro cantar que «nada significa nada» y te preguntas a qué nada se refiere el primer «nada»; si al decir que nada significa nada está reafirmando que nada es nada, o si está diciendo que ‘ninguna cosa de un todo’ significa nada.

Perdido en esta reflexión termino el libro «La ceremonia caníbal», del sociólogo francés Christian Salmon, y sonrío porque creo haber visto una ironía. O al menos, tenía forma de ella.

(2) Desde que escuché la canción por primera vez, siempre la he relacionado con el mundo de la política, porque las relaciones interpersonales también son política, es decir, poder. Y sobre poder y relaciones entre personas sabe mucho Christian Salmon.

Me enganchó su Storytelling, una forma de observar la realidad con un plano abierto, panorámico, que enfoca los detalles y los enlaza para que termines diciéndote «joder, tiene razón, esto que dice es evidente y no me había dado cuenta». Y es que además de sociólogo, Salmon es escritor.

Un escritor afanado en demostrar que existen numerosas estructuras de ideas que muchas veces se nos escapan o quedan veladas por otras ideas, y parece que nada significa nada, o que nadamos en unos tiempos líquidos de relativismo, pero no es así.

Ceremonia canibal Christian Salmon

(3) El autor francés destaca en su libro el declive de los modelos ideográficos de la izquierda, lo desfasado del símbolo socialista, lo simbólico de la reunión pacífica en las plazas urbanas. Asume que la política se ha convertido en un producto para el ser social de hoy, y afirma que el tiempo político se ha pulverizado, acelerado. Hoy la política, la relación de poder tiene lugar en lo interactivo, lo performativo y lo espectral, donde la política se autoconsume, y el «hombre político libra un combate encarnizado por su supervivencia, pero ese combate se desarrolla en el propio seno del sistema que lo está engullendo».

Así, las «leyes de la «representación», con sus ritos y sus protocolos, ceden su lugar a una lógica de «reaparición» espectral, de persistencia y de supervivencia mediática». Pero la tesis más importante del libro es que se ha impuesto el relato neoliberal, y los líderes europeos son una clara muestra.

Nombra a Rajoy, a Merkel pero sobre todo a Sarkozy, como representantes de la performance, de la persona en el significado más antiguo del término, como máscara de un actor en el teatro mediático. Unos actores esclavos de los canales de transmisión de la comunicación política, que tratan de combatir y de explotar al tiempo.

(4) Salmon muestra una visión optimista respecto de las movilizaciones sociales llevadas a cabo en Grecia, en España o en Francia, de reafirmación de la política en un ágora de ciudadanos. De búsqueda de la representatividad y no de la mera representación. De la demanda de una meta-política, que sustituya la política performativa, la política espectáculo, básicamente los productos de la telebasura política que los políticos combaten pero de los que son esclavos.

Porque no es cierto que nada significa nada, ni mucho menos. Todo, más de lo que pensamos, tiene su propio significado, y el libro de Salmon se encarga de demostrar que hasta el mínimo detalle, desde la pérdida de peso de un candidato de izquierdas, hasta el número de veces que un candidato de la derecha repite la palabra «fronteras», significa algo.

Si es cierto —y así lo creo— que todo comunica, no puede haber un «nada» que no signifique nada. Todo significa algo, pero debemos estar despiertos. Una buena forma es leer (y releer) a Christian Salmon.

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Publicado en octubre de 2013 en un diario digital.

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