Vamos a partir de una premisa mayor: el cambio no siempre es para mejorar.

A partir de aquí, vamos a tratar de deconstruir la estrategia del cambio que desde David Axelrod y Barack Obama parece haber obnubilado a los spin doctors españoles (y de ámbitos autonómicos), hasta el punto de plantearnos si ya ha agotado su rendimiento.

¿Qué implica el cambio?

Como su propio nombre indica, el «cambio» parte de una situación previa (momento cero), en el que tendrá lugar un proceso, y que posteriormente generará una situación diferente (momento uno). Como apunta el sociólogo Luis Arroyo (1):

La amígdala es un órgano en forma de almendra situado en el centro del cerebro y que se cree asociado a la ansiedad y la emoción, de tal manera que quienes la tienen más grande son más temerosos ante el cambio y lo desconocido. El hallazgo vendría a confirmar las sospechas de que el temor genera conservadurismo.

Lejos de intentar profundizar en el controvertido asunto de la genética y el determinismo ideológico (2), merece la pena destacar que desde 2011, los conservadores han tomado como idea-fuerza el cambio, algo que podría parecer una contradicción pero cuyos resultados han sido rentables en términos electorales.

Si tomamos el esquema planteado más arriba, podemos dar nombre a las situaciones planteadas:

  • Momento cero. A nivel estatal, acumulación de los dos gobiernos socialistas de Zapatero, y la agresiva política de crispación por parte del Partido Popular.
  • Proceso. Elecciones generales, con adelanto electoral y medio año después de las autonómicas y municipales.
  • Momento uno. Nuevo período histórico-político, sin los factores acumulativos anteriores (incluye el fin de la crispación del PP), aunque con constantes alusiones al período anterior como estrategia de contraste.
La campaña estatal del Partido Popular se dirigió a impulsar la idea de cambio, a través de slogans como «Súmate al cambio». Merece la pena apuntar aquí la estrategia de marketing electoral impulsada por el Partido Popular de las Illes Balears, que creó un portal con visos de red social, titulado Canviadors («Cambiadores»), donde se impulsaba la participación y se generaban propuestas específicas de cambio político. Además, se buscaba la empatía del internauta al preguntar «¿Si fueras Presidente, qué cambiarías?», y lo mismo referido a presidentes del Consell Insular y alcalde.

Invertir las tornas: ¿se puede cambiar el cambio?

El rendimiento electoral de los conservadores se ha agotado, y asistimos a un declive generalizado de los partidos mayoritarios, a tenor de las encuestas de opinión, de las estimaciones de voto, del voto decidido y, de forma más clara, a través de los resultados electorales de las últimas elecciones europeas.

El inicio de la legislatura, que hemos denominado «Momento uno», ha sufrido un desgaste considerable y los resultados económicos y laborales no han sido los esperados, algo que ha menguado la confianza de los electores en quienes prometían un cambio. Sugiero consultar la primera frase de este breve artículo, y volver a este punto.

cambio político

En el transcurso del Momento uno hasta el siguiente Proceso (previsiblemente en noviembre de 2015, salvo adelanto electoral), están apareciendo nuevos items políticos, y vuelve a aparecer la idea-fuerza de cambio, una vez más. Sirva como ejemplo la campaña autonómica por parte del Partit Socialista de les Illes Balears (PSIB) a través del slogan «Un any pel canvi» («Un año para el cambio») (3). Vamos a plantear brevemente cinco ventajas y cinco inconvenientes de volver a apelar al cambio, una vez más:

Inconvenientes del «cambio»

  • El electorado medio es progresista, pero la idea de cambio puede generar inseguridad y recelo.
  • Si una parte del electorado confió en un cambio, y el resultado ha sido negativo, será más difícil que otorguen la confianza a quienes prometen otro cambio.
  • Una mala definición del cambio (propuestas, cambios concretos, derogaciones) generará mayor inseguridad.
  • En un contexto de «ampliación» de las propuestas ideológicas hacia los extremos, autoubicarse en posiciones de centro puede ser objeto de una espiral de silencio.
  • El dilema de los tiempos: la demora en el proceso de reformas conlleva un tiempo de «puesta en marcha», debate y aprobación de leyes, que ralentizará el cambio a ojos del electorado.

Ventajas del «cambio»

  • Los nuevos items de campaña y la aparición de opciones políticas más radicales pueden llevar el discurso político al extremo, situando al espectador medio en un panorama más amplio. Se reduce la inseguridad frente al cambio.
  • El descontento para con el anterior cambio, puede ser «acumulable» para el siguiente.
  • Puede dibujarse un «cambio posible», concreto y cuyos resultados puedan ser objeto de una accountability (rendición de cuentas) al finalizar la legislatura.
  • El mensaje de partidos de izquierda y derecha se alejará del centro, permitiendo que se acentúen las diferencias entre partidos que antes podían parecer similares.
  • Pese a la ralentización legislativo-política, sería más fácil comparar la situación de llegada frente a la situación de partida.

Fragmentación, propuestas y tiempos: coaligarse para gobernar

Uno de los hándicaps más importantes de este nuevo proceso de cambio que se plantea, es la mayor fragmentación electoral y la previsible dificultad para configurar gobiernos con mayorías suficientes. En la Comunitat Valenciana hace años que se aviva el temor a un hipotético tripartito de izquierdas, como fuente de inseguridad por parte del partido que ha convertido la Comunidad en «La Grecia de España». En Balears los dos Pactes de Progrés han servido a los populares para justificar el cambio, y como anatema de la política balear, al que previsiblemente se recurrirá cuando nos acerquemos a la fase de Proceso.

En este orden de cosas, es más que probable que las propuestas que se planteen desde los principales partidos de la oposición, sean de máximos y con visos de «radicalismo», para alcanzar dos objetivos: 1) captar votantes con carga ideológica; 2) que las negociaciones postelectorales para conformar coaliciones (parlamentarias o de gobierno) sean más ágiles y las cesiones sean menores.

Es posible que la apelación al cambio ya haya sido amortizada electoralmente, o que resten pocas ocasiones más. Veremos si los estrategas electorales «cambian» de rumbo, valga la ironía.

_

(1) En el capítulo «El precio del alma de conservadores y progresistas», de su libro El poder político a escena. RBA. Página 104.

(2) Recomiendo la Escala de Polaridad de Tomkins, recogida por Adela Garzón y W.F. Stone, en Psicología Política, 4 (1992).

(3) A falta de diez meses para las elecciones, es llamativo que siga apelándose a un período erróneo como un año.

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1 comentario

Castejón · 26/07/2014 a las 11:05 am

[…] caso claras las bases teóricas más elementales sobre las que edificar su proyecto político. Cambio, unión, alternativa han sido algunos de los ejes esgrimidos sin puntualizar en modo alguno en […]

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