La explicación más común de las opiniones es el interés propio; la única dificultad de esta explicación limitativa no es tanto el que sea errónea como que no tenga ningún significado. La postura exclusivamente altruista es a todas luces excepcional: es de verdad difícil imaginar que haya alguien invariablemente adherido a creencias contrarias al «propio interés», a todos los niveles, consciente e inconscientemente. Pero ahí está el quid, decir interés propio es no decir nada, a pesar de la ilusión de exactitud que parece emanar del término Lo que suele identificarse por «propio» varía de un individuo a otro, de una situación a otra, y de una subcultura a otra. (…)
Si el «sí-mismo» es un tanto elástico todavía lo es más «el interés propio», lo que uno hace para servir al «sí-mismo». Entre otras cosas, el concepto de interés depende de las creencias cognitivas, y éstas están configuradas por factores muy distintos: por ejemplo, según sean sus influencias culturales, una persona con el apéndice perforado se puede untar grasa de cordero en el vientre o puede llamar a un médico. En consecuencia, el concepto del interés propio o del interés del grupo varía muchísimo, de modo que no sirve de gran ayuda explicar las convicciones como expresiones del interés propio, pues éste depende de las propias creencias.
Robert Dahl, Poliarquía
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