Más visible que lo visible, eso es lo obsceno.
Más invisible que lo invisible, eso es lo secreto.
(…)
Marx ya denunciaba la obscenidad de la mercancía unida al abyecto principio de su libre circulación. La obscenidad de la mercancía procede de que es abstracta, formal y ligera, en contra del peso y la densidad del objeto. La mercancía es leíble: al contrario del objeto, que jamás confiesa del todo su secreto, la mercancía manifiesta siempre su esencia visible, que es su precio. Es el espacio formal de trascripción de todos los objetos posibles: a través de ella comunican todos, es el primer gran médium de comunicación del mundo moderno. Pero el mensaje que ofrece es extremadamente simplificado, y siempre el mismo: es el valor de cambio. Así pues, en el fondo el mensaje ya no existe, el médium se impone en su circulación pura.
Basta con prolongar este análisis de Marx de la obscenidad de la mercancía para descifrar el universo de la comunicación.
Jean Baudrillard, Las estrategias fatales.
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