Este post es algo diferente de los demás, por personal y autorreflexivo. Les aviso por si sirve de reclamo o para evitarles perder el tiempo. Este post habla de por qué dejé de hablar de proyectos cuando aún no lo son, y ahora hablo de cosas que podrían ser proyectos, o morir por el camino.

Cuando era más joven y tenía más ganas de poner en marcha cosas, las llamaba proyectos y las anunciaba en mis conversaciones, tanto las presenciales como las digitales. Se me ocurría una idea, hacía un esbozo rápido de logo y pensaba que la cosa estaba en marcha; lo bautizaba como proyecto y le hacía publicidad. Esto me provocaba una presión autogenerada, que me obligaba a ir a una mayor velocidad de la que un proyecto serio requiere. La cosa me quemaba en las manos y prefería un par de likes en la fanpage, que darle forma y trazabilidad a la cosa

De hecho, en la portada de esta web aparece “Algunos proyectos impulsados” y salen tres de las cosas a las que he dedicado tiempo y en las que he aprendido, tres de las cosas de las que estoy más orgulloso, de las decenas de otras que no han llegado a nacer, como Gabinete, Area Dynamics o un blog sobre bolígrafos (“El Bloguígrafo”, juro que era una idea seria), del que otro día podemos hablar. Pero llamarles “proyectos” me ha generado una especie de rechazo, como si fuese un anatema o si gafase la cosa al llamarla proyecto.

Montar cosas, no lanzar proyectos

Con el tiempo y muchas horas de formación en materias bien diferentes, readapté lo que yo pensaba que era “lanzar proyectos” a “montar cosas”, dejando de perder tiempo en Dafont y Photoshop, para dotar de empaque y durabilidad las cosas que vendrían. Vean que montar (como crear) no implica necesariamente lanzar públicamente, sino desarrollar una idea y calcular si sería beneficiosa, no tanto a nivel económico, sino para mi imagen profesional. El Bloguígrafo me hubiera perseguido siempre.

La idea de este post surgió hace unos días, después de editar el código de una nueva página para adaptarlo a los colores que llevo años testeando y cambiando. Estaba de subidón y noté cómo la palabra proyectos se me apelotonaba en los dedos, con ganas de que la soltase en Twitter. Como el tuit anterior, sobre maspolitologia, hace 8 añitos y pico.

Pero no, no tuiteé nada sobre la cosa que estoy montando y que tengo ganas de lanzar. Algunas personas ya la conocen, y pasará tiempo hasta que diga “aquí lanzo mi proyecto”, porque tampoco podemos proscribir palabras, ni salirnos de las convenciones lingüísticas. Lo que tengo claro es que hay cosas que merecen la pena, que es mejor no gafar bautizándolas como proyectos antes de que lo sean, para después crear esa innecesaria presión de darlo a conocer “a correcuita” (expresión en catalán que significa “con prisas, sin dedicarle el tiempo debido”). 

Y es que creo que los proyectos se lanzan después de que las cosas estén bien montadas, igual que no se construye la casa por el tejado, ni se crea primero el logo y luego el proyecto. O la cosa. O lo que sea.

P.D. : Sobre la dualidad entre proyectos y cosas, casualmente también lo mencioné en la presentación de Balears 2015, el 20 de octubre de 2017. Pueden leerlo aquí.

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2 comentarios

Julio · 28/03/2021 a las 7:47 pm

Qué grande de eres! Interesante reflexión y autocrítica. Cuánta gente tiene que aprender de ti

    elidespegante · 28/03/2021 a las 8:33 pm

    Siempre tan atento, amigo. Mil gracias por leerme y seguir siempre al pie del cañón

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