Soy un fiel convencido de la política local, de las personas que dedican su valor más preciado -su tiempo- a servir a la gente cercana. Tuve la suerte de vivirlo en mi casa desde pequeño, gracias a la implicación de mi padre en un partido local, los Independents de Marratxí, donde fue Secretario General. No hay duda que la cotidianidad de la política local me llevó a normalizar la participación en los asuntos de la comunidad, a querer saber más, y, sin duda, a alimentar mis ganas de estudiar Ciencias Políticas.
La política local siempre estuvo ahí. Recuerdo visitar blogs de políticos de mi municipio desde un aula subterránea de mi facultad en Granada, para enterarme de qué ocurría en casa, a varios cientos de kilómetros. A veces imaginaba ese hilo rojo de los proverbios japoneses como una cuerda que te ata por la cintura al lugar del que vienes y que no te deja marchar demasiado lejos.
Desde pequeño he tenido la suerte de conocer a gente implicada en mejorar la vida de sus ciudadanos, de casi todos los partidos. Una de esas personas fue Don Miquel Bestard, alcalde de Marratxí en diversas legislaturas como presidente de los Independents y que nos dejó el pasado 12 de marzo.
Miquel Bestard gobernó en solitario, con el PSIB-PSOE y con el PP de un joven José Ramón Bauzá. Hace 8 años me publicaron un breve artículo sobre Cómo vota Marratxí, porque siempre he sentido curiosidad por mi municipio; durante la carrera también fue objeto de diferentes trabajos en el que me obligaba a ir de las simples percepciones a los números, a los hechos y a las hemerotecas. El Marratxí de hoy no se entendería sin la impronta de Miquel Bestard y los equipos que lo acompañaron, con sus aciertos y sus desaciertos.
Recuerdo que el día que el PSIB-PSOE ganó las elecciones en 2019, con Miquel Cabot a la cabeza, le dije a una persona muy cercana a Bestard que los mejores alcaldes que ha tenido el municipio han tenido nombres que empiezan por “M”, también en referencia a otro alcalde muy querido en el municipio, Martí Serra, con quien gobernó Bestard. No era ningún juego de palabras, porque lo pienso, desde la percepción y también desde los hechos.
En estos últimos años tuve ocasión de poder hablar un par de veces con el exalcalde Miquel Bestard y preguntar, mucho. Quien me conoce sabe que soy más de preguntar que de explicar. Me contó más de lo que esperaba, para alegría mía. El primer alcalde que conocí me contó cómo había sido gestionar un municipio en los años noventa, y de qué manera contrastaba con los nuevos problemas, nuevos retos y nuevas caras. Creo que la figura del jefe de gabinete es de ejercer un soft power, escuchar mucho, evaluar mucho más y tratar de dar las opciones más acotadas para acertar.
Pese a los tópicos y las frases hechas, que casi siempre esconden falacias de autosatisfacción, es evidente que no todos los políticos son iguales, y que el tiempo que se va en mejorar la vida de los demás no vuelve. Esa generosidad es digna de no muchas personas, y debe rendirse homenaje a quienes ofrecen su tiempo en trabajar por otros, que pocas veces tendrán palabras de agradecimiento.
Y qué mejor homenaje que tratar de mejorar la vida de la gente, sea desde las bambalinas o desde el escenario, pese a todo.
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