Tras las elecciones del pasado domingo, se abre el tiempo de las especulaciones, de las opiniones y de los sesudos análisis postelectorales. Es más que probable que tras una semana, ya estén hartos de la palabra «pacto». Yo quisiera ir un paso más allá, digamos que una etapa posterior a la del pacto, la de las coaliciones.
Escribió el jurista Hans Kelsen, padre del ordenamiento jurídico moderno, que las coaliciones en el sistema de elección proporcional implican que se traslade del electorado al Parlamento la necesidad de alcanzar acuerdos en torno a los intereses comunes más relevantes, superando las diferencias entre grupos de partidos. No resulta extraño, por tanto, que en las culturas políticas europeas la constitución de pactos y coaliciones sea la tónica.
Tras dos gobiernos multipartitos en Balears y tripartitos en Catalunya, hablar de coaliciones de gobierno o parlamentarias parece un anatema, pese a tratarse de una de las configuraciones más normales del sistema proporcional. Los analistas han puesto el foco en las variables interpartidistas, es decir, en el lado de la oferta política. Pero la demanda, los ciudadanos, son quienes todavía experimentan la incertidumbre preelectoral, no de nombres, sino de programas pactados. No de selfies, sino de proyección política.
Las ficciones, como la del pacto social, son invenciones que sirven para disfrazar una historia que es muy otra. Pero aquí y ahora no es tiempo de ficciones, sino de realidades. Asistimos estos días a una estudiada escenografía y mediatización de la política, a una performance catalogada por el sociólogo Christian Salmon como la «ceremonia caníbal», que se autoconsume. Veremos si no consume también, antes de empezar, la confianza de quienes escogieron a los actores de esta nueva historia.
(20 de mayo de 2015)
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Entrelíneas es una sección radiofónica del programa A vivir que son dos días Baleares, de la Cadena SER
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