En el catalán de Mallorca se utiliza «eima» para definir, según el Diccionari d’Estudis Catalans, la facultad de querer o calcular (ver aquí la entrada de «esma», sinónimo). Personalmente es una de mis palabras preferidas del catalán, y tal vez sea por su falta de uso, tanto verbal como efectivo.
Hoy, lo frecuente es usar, consumir y depauperar. Y el politiqueo es un claro ejemplo.
Usar es el concepto
— Eli Gallardo (@eligallardo.bsky.social) 28 de febrero de 2025, 7:30
Como sabrán, si nos conocemos o si han pasado por esta web de vez en cuando, escapé de la profesión de asesor antes de convertirme en político y sobre aquel sector he escrito algunas cosas desde entonces: el libro El año que votamos peligrosamente y dos entradas bastante afiladas:
No sólo me reafirmo en todas ellas, sino que creo que este post es la tercera pieza de la trilogía. Sí, la política es más necesaria que nunca y los políticos no pueden hacerla.
Ese gremio
He trabajado muchos años para ese gremio de personas que, algunas sin oficio ni beneficio, y otras con más patrimonio del que necesitarían en 7 vidas (a veces ambas categorías han coincidido), dedican gran parte de su tiempo a hablar. Reuniones, mitines, consejos, ejecutivas, congresos, plenos, comisiones… hablar. Es de lo más necesario para que una sociedad avance, hablar para decidir. Ocurre que el politiqueo está lleno de meros habladores, de agapornis que croan, de jilgueros que sobreviven cantando sobre cardos.
Que nadie piense que me he vuelto loco, que estoy disociando o que tengo resquemor: nada de eso. He trabajado con ellos y descarto volver a hacerlo a corto plazo por convicción y sólo trabajaría de forma profesional a través de PolíticaYMedia (rama de NEULA) si el proyecto me interesa, y no como asalariado.
Así de exquisito me he vuelto, porque donde no hay eima, no quiero estar.
Si has leído hasta aquí, podrías estar pensando «eso ocurre en mi empresa también» o «cada familia es un mundo» y yo te diría que entiendo perfectamente cómo te sientes, pero que de eso se sale. Hace unas semanas publiqué algo sobre empresas sin corazón que esperan que la agencia (o desde el departamento de comunicación) se compense su falta de eima (leer aquí) y la conclusión era que sin corazón, Pinocho es sólo un trozo de madera.
«En todos lados cuecen habas». Perdona, no.
Sin corazón, una organización es sólo un conjunto de personas. Para mucha gente eso será suficiente; para que ciertas personas como yo le dediquemos nuestro tiempo, no lo es. Especialmente cuando los puntales de esa organización se encargan de acentuar —bien por obra, bien por omisión—, que allí adentro no hay corazón. Y una forma muy curiosa de destacarlo es normalizando la creatividad que se aporta, que es siempre una plusvalía, como apunté en un post reciente.
Aportar ideas, ser proactivo, ver soluciones creativas, dibujar fuera de la viñeta, son facetas que no van con el cargo, sino con la persona. En una ocasión, me hicieron saber que un político opinaba de mí que era vago; por mi naturaleza y características mentales no puedo serlo, pero me va bien como ejemplo. Imagino que afirmaba que yo era poco trabajador porque le llevaba la contraria en no pocos momentos y se lo hacía saber (algo que poca gente hacía), porque de forma natural vio que trabajar junto a él no me interesaba y que mis ideas estaban mejor cuidadas en otro lugar. Que una persona sin eima, sin corazón en lo laboral y sin valoración de la creatividad, afirme que una persona como yo es poco trabajadora es, como poco, un piropo. Sobre todo porque no creo en la pereza.
Sí creo en los desenamoramientos y en enfocar esfuerzos en proyectos que sí valen la pena. De ahí nació NEULA, de ser consciente del valor de mi trabajo y de la pérdida de ese valor por disolverlo en entornos donde no se valoraba. Sería algo así como la Teoría de Peter versión mediterranian hardcore. Porque no, no en todos lados cuecen habas.
Eima, eso que te hicieron sentir
Hace unos días, viendo una serie juvenil con mi hija, aparecía un debate estudiantil para elecciones a delegados. Uno de los estudiantes, el favorito, cayó en el error de creerse ganador y afirmaba «cuando gane estas elecciones, porque ganaré» y de enumerar y explicar punto por punto uno su decálogo de gobierno. Su adversaria sólo tuvo que decir «yo no seré como él» para ganar aquel debate y las elecciones.
Con la eima ocurre algo similar: quien la tiene atrae y quien no, repele y es fácil afirmar que la antítesis a quienes carecen de eima es lo bueno. Es como en aquellas manidas frases de autoayuda, coaching y venta de cursos de marketing, cuando afirman que pocos recordarán lo que hiciste, pero muchos recordarán lo que les hiciste sentir.
Los sentimientos son diferentes de las emociones, esas presas del politiqueo moderno para tener a los espectadores enganchados como adictos (en «El año que votamos peligrosamente» escribo largo y tendido sobre la comunicación estupefaciente, la pornopolítica y el THC). Hoy la política va dirigida a eso, a remover, a embriagar, a provocar, al precio que sea y concibiendo a la audiencia como un rebaño informe, y las personas que trabajan en «ese gremio» no van a hacerse el harakiri porque muchos viven bien de eso, no saben hacer otra cosa, y porque la estructura mediática así lo garantiza.
Por eso afirmo que la política es más necesaria que nunca, pero los políticos de ahora no pueden hacerla. Están muy ocupados haciendo pseudopolítica, politiqueo y politainment, en lugar de política. Mucho menos una política con eima.
2 comentarios
Joam · 22/03/2025 a las 9:26 am
Molt interessant. Estic d’acord, com no podia ser d’altra manera. Massa preocupació pel ‘polítiqueo’ i gens d’imaginació per la política, que va de la ciutat i els ciutadans.
elidespegante · 22/03/2025 a las 10:48 am
Moltes gràcies pel comentari, Joan. Salut i força!