El sociólogo alemán Max Weber afirmó que «Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive «para» la política o se vive «de» la política».

Hace unos días recordé la frase de Weber, con motivo de la segunda encuesta sobre “Calidad Democrática, Instituciones y Sociedad Civil en Baleares”, presentada por el Cercle d’Economia y coordinada por el Profesor Gonzalo Adán entre octubre y diciembre de 2013. Organizada en torno a 6 grandes bloques, su muestra estaba conformada por más de 300 personalidades de Balears, escogidas por su relevancia social y profesional. Esta encuesta no sería extrapolable al resto de la Comunidad, pero sí merece la pena siquiera resumir sus conclusiones.

Como la calificación global, que ha empeorado respecto de la primera oleada, en junio de 2012, pasando su nota media del 3’5 a un 3’3 sobre 10. Sí quisiera reseñar la primera de las propuestas que recoge el estudio, y es “Mejorar la selección y formación ética y profesional de los gestores públicos”, esto es, de los políticos.

En tiempos críticos como los actuales, la importancia de la ética pública se vuelve mayor, si cabe. De hecho, la renuncia al honoris causa de Rafa Nadal ha sido un rara avis dentro de la ética pública, independientemente de cuáles fueran sus causas.

Hace unos días fallecía el último presidente del Gobierno de la dictadura, y primero de la democracia post-franquista. Y si algo destacan quienes lo conocieron, vivieron su tiempo o conocen su vida política, es su ética gubernamental. Una ética que no siempre es evidente entre quienes viven de la política, ya que no todos ellos viven para la política.

(29 de marzo de 2014)

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Entrelíneas es una sección radiofónica del programa A vivir que son dos días Baleares, de la Cadena SER.

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