Nota previa. A continuación utilizo el término “niñatismo” en un sentido que no guarda relación con la edad, sin intención de reafirmar ningún prejuicio, ni se utiliza con intención de generalizar, sino que es una actitud que se suele atribuir a algunas personas “jóvenes e inmaduras” -parafraseando a la RAE- pero que en este post se utilizará para referirnos a las actitudes, no a la edad. El niñatismo, pues, es una cuestión de actitud y un dirigente puede ser un niñato político con 60 años.
El niñatismo político alimenta y se retroalimenta del modelo clickbait de los medios y en la tendencia de los New Media. En marzo de 2014 escribí que “Como si fuera una pueril competición, los partidos buscan ser la tendencia del momento, la novedad, la moda. ¿Y después qué?” (Entrelíneas 10, “Democracia hashtag”). Tener un aumento de impactos puede derivar en generación de noticias, petición de reacciones y la subsiguiente entrada en la agenda de temas que hace unos años no serían noticiables.
He visto agencias que publicaban como noticias, no la nota de prensa del partido, sino una noticia entera dedicada a la reacción en Twitter de un solo dirigente sobre la reforma laboral, como si no fuese maximalista cualquier cosa que cupiera en 280 caracteres, o como si el tuit de cada líder mereciese una noticia. Aunque si pensamos en la idea de la demanda de atención, puede que algunas de esas mediatizaciones se utilicen como reclamo y como provocación para que el resto pique y le dedique tiempo a criticar e intentar refutar.
El principio de asimetría de la estupidez
La Ley de Brandolini es uno de esos recursos que deberíamos tener siempre a mano, para ahorrar tiempo y para refutar argumentos, cuando vale la pena hacerlo. También llamada “Principio de asimetría de la estupidez”, sostiene que la cantidad de energía necesaria para refutar estupideces requiere mucha más energía que la necesaria para producirla. Nadar contra los sesgos de confirmación o contra argumentos y falacias es un desgaste inútil de energía, pero contribuye en ocasiones a alimentar el ego de muchos trolls y a la llamada “Teoría de los Usos y Gratificaciones”, sobre la cual escribí en otro post, titulado “Relativicemos”.
Ignorar o hacer el vacío a quien utiliza sus tribunas y visibilidad para difundir estupideces tampoco es solución, pues se pierde la oportunidad de aprovechar esa atención para refutar, ya digo, cuando vale la pena hacerlo.
Pero volvamos al niñatismo, a la inmadurez política militante.
Aunque sería arriesgado lanzar una definición, especialmente sin vestirlo de citas académicas previas, me atrevería a considerar el niñatismo político como aquella actitud mediatizada de inmadurez política, según la cual se plantean ideas, comportamientos y posicionamientos políticos (politics) enfocados puramente en atraer la atención mediática sin que haya un objetivo concreto (policy) más allá de la pura crítica, de la generación de marcos y de la creación de sesgos no-constructivos. El niñatismo político se serviría de la herestética, del marketing político, de las fake news, del populismo y de la propaganda para conseguir sus fines: la atención mediática.
Ya ni siquiera se opta por la mayestática que busca el populismo en sí, sino que se apuesta por estrategias del popularismo, para apelar al conjunto del electorado dibujando marcos propios, retorciendo los argumentos y destrozando las máquinas de fact-checking a base de bulos. Piensen en un partido que presenta por tercera o cuarta vez una propuesta ya aprobada en varias ocasiones en Parlamentos y ayuntamientos, únicamente para hacerse una foto, generar una noticia y la consiguiente difusión en redes. La redundancia empacha, pero sobre todo molesta cuando se dedican recursos públicos a dar vueltas sin sentido.
Atención, viralización y provocación de reacciones son la base del posicionamiento del niñatismo. Uno de sus síntomas podemos encontrarlo en las granjas de bots de partidos -últimamente enfocados en la extrema derecha- o en las soflamas lanzadas desde tribunas parlamentarias para generar reacciones, aunque para ello se recurra a la transgresión de la educación.
La atención no da votos
No, la atención per se no da votos. Generar impactos es sólo una herramienta para trasladar mensaje, para llegar a públicos objetivos y vender propuestas, cuando las hay. Como dejaron escrito Ries y Trout en su “Positioning”,
“Fight fire with fire” is the old cliché. But as the late Howard Gossage used to say, “That’s silly. You fight fire with water.”
¿Cuál es la impronta de un partido que abraza el niñatismo político, que hace gala de una necesidad de atención a cualquier precio? ¿Qué tipo de público se busca? Y lo que es más importante, ¿qué consideración tienen del público al que están demandando atención?
Dicen que a río revuelto, ganancia de pescadores. Tal vez haya que poner el foco en por qué hay niñatos políticos que revuelven el río y en qué quieren hacer luego con esos peces, si es que su objetivo no es sólo seguir pescando y revolviendo ríos de tinta y bytes. ¿Tienen ya en mente algún nombre que encaje en esta categoría?
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