(1) Que vivimos en una época de hiperrealidad (o hiperficción), es un hecho. Además, todos somos multipantalla, como afirman Lipovetsky y Serroy en su libro «La pantalla global: cultura mediática y cine en la era hipermoderna». De hecho, da la impresión de que todo es superlativo en esta época: hipermoderno, multipantalla, extragrande, megadescuentos. Y que la prueba del algodón para cualquier elemento de comunicación es que sea viral; si algo no se viraliza entre la masa, da la impresión de que no existe.

Leía en el libro de otro francés, «Contraseñas» de Jean Baudrillard, lo siguiente:

En la actualidad, nuestras ciencias confiesan la desaparición estratégica del objeto en la pantalla de la virtualización: a partir de ahora el objeto es inaprensible.

Dicho sea entre nosotros, es algo que me parece muy irónico: la regla de juego está a punto de cambiar y nosotros hemos dejado de imponerla. Ahí está el destino de una cultura, nuestra cultura.

(2) Siguiendo con las ironías, hace unos días fue premiado con un Óscar el actor Leonardo DiCaprio, que contó con una campaña viral de apoyos desde diferentes nodos sociales (aquí hablar de países sería un completo absurdo); es posible que ya lo supiera porque Usted haya participado en ella, o porque los medios tradicionales se hayan hecho eco de esta forma de invertir el tiempo. En una de las películas donde aparece este actor, traducida al castellano como Origen, se trata el tema de la realidad y los niveles de sueño, donde cada personaje debe escoger un elemento que les demuestre que no se encuentran en ningún estado de inconsciencia. No haré ningún spoiler si digo que el tótem del personaje de DiCaprio es una pequeña peonza (otras teorías apuntan a otro objeto, pero no entraré en eso) y cuando la hace girar, es consciente de que se encuentra en el mundo real.

(3) Para no dejar de hablar de ironías, ahora Usted está leyendo este post a través de una pantalla, sea de móvil, tablet, ordenador o quién sabe; son kilobytes con forma pero sin objeto concreto. Incluso si le diera forma de archivo en PDF, podría ocuparle unos megabytes en su tarjeta de memoria, que ni siquiera echaría de menos si tuviera que formatearla. Sin embargo, si tuviera forma de libro en papel, que ocupase un espacio debido a su realidad material, la cosa sería diferente.

No hablemos ahora de costes económicos, por favor. Tampoco piense que soy un romántico del papel, de esos que huelen el papel de periódico como buscando unos toques de cloro que les recuerde a los libros de primaria recién estrenados, no. Si por mí fuera, reduciría las tiradas de los diarios y apostaría en serio por la prensa digital; pero no hablábamos de eso. Es el libro en papel una especie de tótem, no sólo para quien lee, sino también para quien escribe. Publicar en papel es un símbolo, es dar forma real y física a unas ideas, a una actividad que ha requerido tiempo para su dibujo con palabras. Leer en papel es físicamente diferente a hacerlo en digital, y en mi opinión hay publicaciones cuyo elemento «natural» debe ser el digital, y otros que se entienden mejor sobre el papel. Aquí sí estoy hablando de valor.

Por supuesto, no me refiero a un valor abstracto, a un nivel de calidad ni nada similar. Me refiero al valor que escritor y lector quieran darle. Y de ahí los beneficios de poder elegir.

(4) Llegados hasta aquí, alguien puede preguntarse a qué viene todo esto.

Pues bien, hace unos días empezamos una campaña de crowdfunding para publicar Política en serie, un libro colectivo sobre series políticas. En mi capítulo trato de hablar de esta relación entre la ficción y lo que parece real, y sobre todo de cómo se relaciona con la «sociedad-pantalla» actual, donde consumir una serie puede ser gratis en sentido económico (hay miles de portales para ver series online). En el centro de esta ecuación está el papel de uno de los elementos más importantes de las sociedades modernas desde los años cincuenta: la televisión. Conceptos como metatelevisiónpaleotelevisiónneotelevisión, aparecen en mi capítulo, para enlazar con algunas series políticas que dependen esencialmente de una pantalla, de otro tótem.

Como ahora la realidad es multicanal y multiformato, la editorial Libros.com, que de esto sabe un rato largo, ha adaptado la oferta de formatos y precios a la demanda de los lectores potenciales. De hecho, yo mismo soy un potencial lector y he comprado el libro en formato papel, por el valor. De hecho, hice la reserva a nombre de mi hija, para que su nombre figure en las páginas de agradecimiento, como una especie de dedicatoria y aparezca en la edición de papel, pero también en el digital, por si ella prefiere ese formato. Porque tal vez para otros lectores, el elemento natural de este libro sea el digital y también ellos pueden escoger.

Eli Gallardo libro series

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