Empezaré por una pregunta sencilla. Piensen en cómo se definirían Ustedes políticamente. ¿Ya?
Estamos acostumbrados a definirnos en una escala ideológica, de izquierda a derecha, y probablemente muchos de Ustedes se habrán definido según una de las ideologías surgidas en este esquema: socialdemócrata, conservador, comunista, progresista y muchos otros. Pero también habrá quien se haya definido como nacionalista, regionalista, ecologista, de centro, de la nueva política o alguna otra categoría que no es puramente la díada izquierda-derecha.
Nos movemos en un terreno de clivajes, dinámico y vivo.
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El pasado 26 de marzo, asistimos al final del bauzarismo. Y en gran parte se debe a su uso de los clivajes.
José Ramón Bauzá ganó la presidencia del PP en 2010, frente al ultraespañolista Delgado, con un 69%. El domingo pasado, Bauzá era el ultraespañolista, y perdía por más diferencia aún, frente al 72% de Company. Unas horas después, en la prensa veíamos que Esperanza Aguirre, la que trajo su sofá de campaña a las calles de Palma, consideraba una amenaza el “catalanismo” de Company, crítica que ya habíamos visto entre algunos miembros del PP durante la campaña a su congreso regional. Entre ellos coinciden, se supone, en que son de derechas.
Esto referido al nivel interno, de partido. En 2011, Bauzá consiguió batir todos los récords y alzarse con la mayoría más absoluta de la historia de su partido, prometiendo regeneración y reducción del catalán. Cuatro años después, con un código ético en marcha, que consideraron severo incluso los suyos, obtenía los peores resultados de la historia democrática, y con otro récord: haber conseguido la mayor manifestación de la historia democrática, con más de 80.000 personas en la calle. Personas transversales, unidos no tanto por ideología o por otros clivajes, sino unidos-contra. Como aparecieron las naciones y los Estados-nación en el siglo XIX, por cierto.
Los clivajes son factores fundamentales, que muchas veces se ignoran o menosprecian, pero que siguen marcando agendas, que favorecen un escenario mediático y social desde el lado de la oferta, condicionando la opinión pública.
1. ¿Qué son y cuántos clivajes tenemos en Balears?
Hemos escuchado en numerosas ocasiones que «ya no hay izquierdas ni derechas». Una falacia sobre la cual me remito a Norberto Bobbio en su libro sobre esta díada.
Según los primeros teóricos, los clivajes (cleavages) son bloques, fracturas o escisiones entre votantes en torno a ciertos asuntos. La ideología, el nacionalismo, el eje centro-periferia, serían algunos de estos puntos de conflicto llamados clivajes. Hay que advertir, como dice Ludolfo Paramio, que «si acabamos encontrando un clivaje en cualquier diferencia social, mejor dejar de utilizar el término». Los clivajes son diferentes de las llamadas «controversias de campaña» o issues de campaña; así, por ejemplo, la postura sobre el alquiler turístico no constituye un clivaje en sí.
Pese a lo que podríamos pensar en un principio, no existe un único partido por cada clivaje, sino que hay combinaciones en la oferta partidista. Se puede ser de izquierdas y nacionalista español, aunque la tendencia es el nacionalismo periférico, tal y como señala Josep Maria Colomer en su libro «Contra los nacionalismos», donde plantea que la izquierda antifranquista se opuso al jacobinismo centralista y símbolos nacionales. Esta es, por ejemplo, una fractura importante dentro del socialismo español, si pensamos, por ejemplo, en los cruces de acusaciones entre PSC y los socialistas extremeños no hace tanto tiempo.
También se puede ser de derechas y nacionalista no español, como puede comprobarse en el escenario político balear o el catalán. En el Principat, especialmente desde el congreso de CDC en 2008, se pasó de defender «la casa gran del catalanisme» a abrazar el independentismo, propio de otras formaciones. Y hasta hoy, después de la ruptura con UDC, ya casi finiquitada.
Los clivajes son fundamentales para comprender cómo votamos, por qué votamos cuando lo hacemos y quién nos representa. El liderazgo de estos clivajes muchas veces iconiza estas posiciones y se personaliza mucho más la oferta política. En este sentido, el profesor Guillem Rico escribía en 2009 que «los presidentes no gobiernan ya a través de los partidos, sino más allá de ellos», y que hay 3 factores importantes que favorecen la personalización política, como son:
1. La implantación de la televisión como medio de comunicación de masas.
2. Erosión de las identidades sociales y partidistas.
3. Debilitamiento de la estructura de clivajes. Curiosamente en Balears fuimos testigos de una activación de clivajes que tuvo como consecuencia la pérdida de un tercio del electorado en sólo 4 años.
El grado de intervencionismo del Estado en la economía, la religiosidad pública o el sentimiento territorial son otros ejemplos de clivajes que determinan la oferta partidista.
2. ¿Cómo es el electorado balear en cuanto a clivajes?
Como se puede comprobar en los sucesivos estudios y barómetros publicados en entidades como el CIS, GADESO o IBES, el electorado balear se sitúa en el centro-izquierda en términos ideológicos tradicionales, y tan español como balear en términos territoriales, variando en ocasiones entre «más balear que español» y «más español que balear».
Si cruzamos variables, por ejemplo, podremos ver que los españolistas son más de derechas y de centro, mientras que la mayoría de nacionalistas es de izquierda. Curiosamente, según un estudio del IBES, los regionalistas son los más transversales, aunque un poco más a la derecha y al centro, tal y como recogí en el estudio sobre UM y el PI: factores de continuidad y de cambio.
El sentimiento territorial guarda una estrecha relación con la preferencia nacional. Referidos al caso valenciano, hay dos trabajos que siempre recomiendo (1), donde se trata de establecer una clasificación simple. Aplicadas al caso balear, con muchos matices, nos daría una lista que he resumido en estas 5 opciones:
1. Independentismo (incluye el pancatalanismo).
2. Nacionalismo.
3. Regionalismo.
4. Federalismo (o Autonomismo).
5. Españolismo.
La oferta partidista balear es variada y nos permite relacionar cada segmento con, al menos, un partido. Sin embargo, si hacemos la selección a la inversa, tomado los partidos y tratando de ubicarlos, algunos de ellos encajarían en varias categorías. Por ejemplo, hay independentistas, nacionalistas y regionalistas en MÉS, o españolistas, federalistas y regionalistas en el PSIB-PSOE.
3. ¿Atraparlo todo o activar clivajes?
Si tomamos la oferta partidista, fijándonos en los objetivos en lugar de mirar los clivajes que defienden, podríamos clasificar los partidos en atención a tres criterios: 1) Orientados a objetivos; 2) Orientados a votos; 3) Orientados a cargos. Se puede trazar un triángulo y encontraríamos multitud de partidos dentro de estos objetivos.
¿Qué pesa más, un clivaje o un objetivo? ¿Es Podemos un partido buscador de políticas o más un partido de izquierdas? ¿El PSIB-PSOE es un partido buscador de votos, de cargos o de los dos? ¿Y no es también un partido buscador de políticas?
Parece que hayamos buscado complicar más el escenario político, mas al contrario, lo que he querido ha sido abrir un poco más el plano para analizar los clivajes desde el lado de la demanda, desde nuestro lado como ciudadanos que tenemos un posicionamiento respecto de cada clivaje, frente al lado de la oferta que, pese a ser amplia, simplifica las preferencias en torno a una lista de partidos.
Hace unos días, el periodista de esta casa Álex Cortès, publicaba en su blog un artículo muy interesante, donde relacionaba la estrategia de Íñigo Errejón y la de Gabriel Company, antítesis en clivajes ideológicos. Centrado en la transversalidad, la moderación y la indefinición en términos absolutos, Errejón perdió el pulso interno, y Company se impuso.
Álex lo presentaba de forma muy clara: «El PP sustituye el ‘no somos ni de izquierdas ni de derechas’ por el ‘no somos ni nacionalistas ni españolistas’». Se trata de una estrategia de intentar atrapar el mayo volumen de votantes al posicionarse en un punto alejado de las etiquetas, de los clivajes tradicionales; tal vez en un tablero diferente, con otros marcos y otros conceptos. Y en el caso de un electorado moderado, como el balear, puede ser un acierto. Piensen si no, en la última campaña electoral de MÉS.
La demanda partidista muchas veces es la que dibuja a la oferta, es decir, que son los partidos los que adaptan sus postulados a los esquemas sociales del momento, al menos durante las campañas. Por ejemplo, la caída del gonellismo podría hacer desaparecer a Ciudadanos del mapa político balear. En otras ocasiones, es el posicionamiento de los líderes el que crea una demanda antes inexistente o residual; sin Bauzá ni Delgado, el anticatalanismo puede verse extinto del debate público.
Para acabar, visto el escenario congresual en el que nos encontramos, con un nuevo PP en marcha, congresos próximos en Madrid y Balear, hay que destacar la relevancia del liderazgo en torno a los clivajes, especialmente en una época de redes sociales, mítines en directo por YouTube, demanda de listas abiertas y votaciones internas a través de aplicaciones web. Hoy en día las campañas son más personalistas y más personalizadas. Se producen conflictos cuando la mayoría social choca con los posicionamientos de los líderes dirigentes o las élites, como vimos entre 2011 y 2015. Por ejemplo, la fotografía de Susana Díaz arropada por González, Zapatero y Guerra, es una fotografía representativa de clivajes y de liderazgos pasados, con historia acumulada. En el caso del PP balear, los postulados por Bauzá han pasado de impulsar todo un gobierno a ocupar un lugar residual, que recuerda al Tea Party de los republicanos norteamericanos.
Mayorías frente a minorías, una vez más.
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(1) Estos trabajos son: Martín Cubas, J. (2007), La polémica identidad de los valencianos: a propósito de las reformas de los Estatutos de Autonomía, WP.258, Institut de Ciències Polítiques i Socials; y Bodoque, A. (2009), «Unió Valenciana (1982-2008). Una aproximación», en Papers, 92.
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