Empezaré con una confesión: a menudo confundo meteorología con metereología.
Sí, sé que «meteoro» es mucho más fácil de recordar que «metereo» (que, de hecho, no significa nada), pero es de esas cosas que no se grabaron bien en mi disco duro la primera vez y ahora, con casi 40 años, sigo confundiendo.
Sin embargo, hay otras cosas que con la edad se ven más claras.
(1) Vivimos en crisis permanente (y no sólo a los 40)
Puede que sea por la cercanía a la cuarentena y la tópica (más que típica) crisis que se atribuye a esta edad —y que yo creo que he tenido varias veces antes de cumplirla—, pero últimamente tiro de recuerdos para entender y tratar de justificar cosas incomprensibles que veo.
Viví en Paiporta desde 2007 hasta 2013, ese pueblo dormitorio de València que tristemente ahora todo el mundo conoce por haber sido epicentro del desastre. Residí en la calle Marquès del Túria, ubicada a 7 minutos andando a toda velocidad hasta la estación del metro, estación destrozada, como medio pueblo, tras la DANA de finales de octubre. He visto imágenes de calles y barrios de Paiporta en televisión y sigo sin creer que ese desastre haya ocurrido, como si fuera un negacionista más, pero lo que me resulta más increíble es que en las redes (no veo la televisión generalista) sigan jugando a tenis con titulares sobre si el presidente Mazón debe dimitir o no. De haber ocurrido esto en otra época de nuestra historia, Mazón debiera migrar y esconderse, pero parece que la impunidad es hoy la tónica.
Estos días he recordado que cuando era joven y estudiaba Políticas en Granada, tuve una etapa de interés por la meteorología, e incluso comenté con un colega de entonces mi interés por la predicción de algo tan caótico y multifactorial, casi como el comportamiento político. Tal vez la activación de emociones relacionadas con esa parte de mi vida en Paiporta haya activado también esos otros recuerdos de más atrás, haciendo evidente que siempre he tenido una cierta necesidad de control.
(2) El clima externo y el clima mental: tratando de ordenar el caos
También tuve mi época (que se ha ido acentuando con el paso de los años) de interés por la psicología, especialmente por la psicología social, que ha aparecido ligeramente en mis libros Balears, 2015 y muy especialmente en El año que votamos peligrosamente. Hace unos días, en un programa de televisión reconocí que me gusta leer sobre psicología política y sobre psicopatía, sobre todo a Vicente Garrido, que de esto sabe muchísimo y que tiene ejemplos paradigmáticos a su alrededor, ya que vive y enseña en València.
Meteorología, psicología y politología, tres ramas de conocimiento científico para tratar de comprender, comprehender y predecir fenómenos que provocan desastres y que creo que están más relacionadas de lo que podría parecer. Basta ver una declaración pública del aún presidente valenciano o de alguno de sus compañeros de partido para conjugar teorías e hipótesis de esas tres materias, que tal vez debieran ser completadas con algo de la parte especial del Derecho Penal.
¿Cómo podemos entender y esquematizar el caos de fenómenos aleatorios entre personas, cada una con sus intereses y conflictos, establecer modelos y seguir cayendo siempre en las mismas trampas? ¿Por qué echamos las culpas a las encuestas, si quienes responden son individuos-DANA, incontrolables e incomprensibles? Bien, pues porque el paradigma puramente racional, cartesiano y hegeliano ya no está en vigor; les recuerdo que Trump ha ganado de nuevo las presidenciales en Estados Unidos y es sólo un síntoma y no la enfermedad per se.
La racionalidad cotiza bajo, y el negacionismo sigue al alza, pero hoy el president no huye por miedo a una masa enfurecida, sino que desafía al gobierno de España al estilo Ayuso, pues aquella abrió la puerta a ese movimiento durante la pandemia. Quid prodest?
(3) Por qué me interesa la política y desprecio el politiqueo
A pesar de todo, me sigue interesando la política. No el producto de marketing y comunicación que supura, no los actores impostados que venden su tiempo, nombre y reputación por ostentar un poder que les alimente la ambición y compense otras carencias. No el juego de figuras retóricas que les escriben asesores creyentes para buscar un titular que destaque sobre otro, un zasca que mueva en Twitter algún grupo de incels aspirantes a una versión mediterránea de Elon Musk.
Hoy actuar en política es como intentar gobernar la meteorología, algo difícil de predecir y que a veces sus consecuencias desastrosas tardan años en repararse.
Sí, sé que publiqué hace cosa de un año que me alejé del politiqueo y que no me interesa, y lo mantengo. De hecho, siempre que me invitan a medios de comunicación para comentar los temas del día o de la semana, trato de aportar una visión alejada de ese politiqueo, fundamentada y con base teórica; de hecho, muchas veces se comentan elementos del politiqueo que desconozco o que he leído en algún tuit, y sobre los cuales no tengo opinión ni aspiro a tener control.
(4) Control de comprehender y control de ejecutar
El control, curioso tema. Control es equivalente a poder, aunque no siempre a poder ejecutivo, sino a veces únicamente poder de comprehensión, de abarcar un concepto o idea completo. Puede que hayamos desistido de querer tener ese control de comprehensión total tan ilustrado, racional y post-Revolución francesa, y sólo aspiremos al control ejecutivo de la acción, la crítica, la opinión infundada, al control parcial de la comprehensión, acercándonos más al estado salvaje y natural, animalizándonos.
Mientras hay luchas por el poder de comprehensión y victoria de un relato sobre paradigmas (llámalo feminismo, llámalo democracia), quienes saben que el poder predominante y jugoso es el ejecutivo, se ríen de los debates, visiones poliédricas y facciones irreconciliables. Cuando lleguemos a un acuerdo sobre lo que es feminismo, los antifeministas dominarán el planeta (o seguirán haciéndolo, según la versión del relato que elijan creer).
Puede que Chul-Han tenga razón en casi todo, que nos autoexplotamos y que vivimos en una serie de irónicas contradicciones de un capitalismo salvaje, aunque lo explique en un lenguaje para quienes ahora van (vamos) perdiendo la partida, como una crónica y no un diagnóstico.
Addenda del jueves 28 de noviembre
Comparto un fragmento del programa Redacción a debate del miércoles 27, en el que tratamos este asunto. Creo que ha sido la intervención donde más me he alterado, cuando un contertulio trató de usar falacias para distraer del tema principal. Este es el momento previo:
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