(1) Hace unos días me alegré de encontrar en Twitter a un periodista de profesión, al que leo desde hace años en Diario de Mallorca. Y digo de profesión, porque en su bio describe que estudió Derecho (¿cuántos cronistas y periodistas actuales son sociólogos, juristas o filósofos de formación?).
Al entrar en su blog y ver la entrada “La victoria del PP”, leo en la primera línea que “La victoria del PP, sorprendente para politólogos y casas demoscópicas(…)” y me detengo. Releo. No dice “para los politólogos”, sino que lo deja como un indeterminado. No me doy por aludido, curiosamente, sobre todo porque la victoria no me sorprendió. Pero me hace pensar (sus artículos lo hacen) de nuevo en qué es eso de “ser politólogo”.
(2) Uno es politólogo de formación, pero no de oficio o profesión. ¿Cómo es un politólogo de profesión? Esa es la pregunta estrella. ¿Hay un oficio de politólogo? No lo creo. Uno es politólogo para ser profesional de la investigación, de la estrategia política, de la asesoría, consultoría o venta de humos varios, para aplicar un método aún en construcción a un escenario intangible para estudiar reacciones pasadas, y los más temerarios, para hacer predicciones atrevidas. Todo eso en el caso que, al terminar los estudios, se tenga la suerte de trabajar en el sector, algo que rara vez ocurre. Reviso las definiciones de oficio y de profesión, para llegar a la misma conclusión.
(3) Tal vez lo primero que deberían (deberíamos) explicar a los futuros politólogos de formación, es que no serán politólogos de oficio o profesión, porque eso no existe. Uno se hace politólogo para ser otra cosa. Curiosamente, como quienes se hicieron filósofos, sociólogos o juristas, y acabaron siendo periodistas, como ocurre también con algunos politólogos. Las líneas fronterizas y las categorías cerradas, esos inventos.
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Artículo publicado en Medium, con el título «De profesiones, oficios y formaciones» el 12 de julio de 2016».
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