Sin ningún tipo de exhaustividad académica, como si de un tuit en caliente se tratara, me he tomado la libertad de denominar «Era de los trumpazos» a este período indeterminado entre 2015 y 2016, parte de un ciclo político con entidad propia, en el que la razón sigue sin explicarse lo que la emoción expresa, como ha ocurrido en tantos otros ciclos.
Con menos exhaustividad aún, voy a enumerar diez tips o variables que determinan esta era de los trumpazos. Por supuesto, podrían haber sido sólo seis o siete, pero por puro marketing, he redondeado en diez; puede que sirva mejor para la estrategia clickbait en redes sociales, para atraer visitas.
1. Creencia de haberlo vivido todo. Como aquella falacia del fin de la historia, creemos que ya hemos tocado todos los límites políticos (y por ende morales y éticos), y que la democracia no puede ser flanqueada, ni los errores del pasado reeditados. La idea decimonónica de un progreso teleológico, de un camino de una dirección única a una tierra prometida, impone un tempo, un ceteris paribus que nos deja en cueros cuando se produce una pequeña variación en la fórmula de Matrix.
2. Racionalismo vs emoción. En la era de los datos, las infografías, la búsqueda detallada en Google y la deconstrucción conceptual de absolutamente todo, es muy frecuente pensar que puede reducirse un comportamiento a una reacción lógica (un silogismo) y racional. Extrapolamos encuestas, como si los entrevistados fuesen maquinitas que no mienten, que no se les sesga o que van a reproducir mañana lo que pensaban hoy. Mientras tanto, quienes nos dedicamos al marketing político y la comunicación, seguiremos apelando a factores emocionales.
3. Democracia como sistema (¿y como ideología?). Es algo evidente que la democracia es un sistema político, que regula las relaciones sociopolíticas y que es el culmen de una historia oscura y aberrante. Es un modus operandi, frente a la democracia como ideología, como modus vivendi o forma de interactuar, de ser y de actuar para sí y para los otros. El ascenso de populismos y extremos en sistemas democráticos, pone en tensión su ideología —en ocasiones contraria a la ideología de la democracia— con el sistema, y provoca conflictos, que muchas veces no se resuelven en el plano de la lógica, sino en el de la emoción.
4. Confianza en la objetividad (de los datos). Sacralizamos las encuestas, queremos reducir a un relato casi matemático la anarquía del comportamiento humano y tomamos los sondeos como armas electorales, generadores de una opinión pública a partir de una opinión publicada, todo ello maridado con el engranaje de medios, tertulianos, columnistas y opinólogos que aportan sus visiones a un debate público en el que no todos se escuchan entre sí, y que utiliza argumentos que apelan al objetivismo desde el mayor de los subjetivismos. Y una de las bases del poder como fuerza vital —presente en los políticos, pero también en prácticamente todos los opinadores— es buscar influir en la opinión pública, casi siempre justificando ex post una opinión y una decisión sobre un tema, tomada con carácter ex ante, desde un plano menos racional de lo que pensamos.
5. Escenario mediático y valor añadido. Si todos los medios informasen de forma objetiva, bastaría con uno solo. El corpus de opinadores, glosadores y analistas que envuelven a un medio, lo dotan de un carácter especial, de un valor añadido que lo distingue de la competencia. Y siempre (repito, siempre), implica tomar partido por una visión u otra a nivel individual. Algunos medios pueden vender como valor añadido que cuentan con opinadores de diferentes tendencias, en ocasiones antitéticos. Productos de consumo mediático, al fin y al cabo. Y se mantienen gracias a la publicidad de otras empresas.
6. Votarlo todo es sinónimo de democracia (y negarlo es ser antidemocrático). Volvemos a la distinción entre democracia como sistema y como ideología. La democracia representativa (sistema) es mejorable, y su presencia en los Estados llamados occidentales (por ser este sistema generalizado en ellos), pero también puede serle aplicado un correctivo de democracia participativa, que recibe su impulso de una ideología de la democracia más activa, como se hizo patente en el mundo entero a partir del 15M y hoy vemos —y podemos votar— sus consecuencias.
El discurso público se ha imbuido de este relato ideológico de que hay que votarlo todo para ser democrático. Emitir un juicio de valor sobre la frase anterior, implicaría que me posicionara ideológicamente a favor de un modelo de democracia, y prefiero dejárselo a su libre juicio. Piensen en el Brexit (51’9%, junio de 2016), en el rechazo de Colombia al acuerdo de paz de las FARC (50’22%, octubre de 2016) o la reciente victoria de Donald Trump como presidente electo de los Estados Unidos (noviembre de 2016). Hay quien muestra su disconformidad con el resultado, atacando la forma de expresión, el voto. Algo similar a las críticas contra el TSJCV cuando se juzgó a Camps con tribunal del jurado, por discrepancias contra su resultado.
7. Twitter es el pulso, pero nadie lo compra. La red social de microblogging, Twitter, vive sus horas más bajas como empresa, y tras varios intentos de compra por otras corporaciones, aún no tiene postor que la compre. Mientras tanto, la tendencia de pensar que lo que ocurre en este chat gigante, es lo que piensa el colectivo, se mantiene. Mientras tanto, la brecha digital se manifiesta en las encuestas, y resultan reveladores algunos cruces de variables, entre tendencias de edad, uso de Internet y voto a partidos. No seré un ciberpesimista, pero tampoco un ciberutópico: Internet es un medio, pero no el único.
8. Ecos de final de ciclo. No me atrevo a establecer un final de ciclo y un inicio de ciclo, sino a grandes rasgos, en 2007. Economía por encima de la política, y un capitalismo líquido que sufrió una reacción química, cuyos efectos secundarios afectaron enseguida a las instituciones, partidos y movimientos sociales. También a las ideologías, esas etiquetas que entran en conflicto con ellas mismas cuando tienen que actualizarse y una masa de fieles se aferra a las ideas antiguas, mientras los cambios reales, ya están en la calle. Llámele socialdemocracia, comunismo o el nombre que le venga a la mente. ¿Hoy la economía se encuentra por encima de la política con mayor o menor distancia que hace diez años?
9. Valores, posmaterialismo y capitalismo líquido. Da para tesis, y no me atrevo a abrir este melón. Simplemente lo planteo. Aporten sus ideas aquí si quieren, estaré encantado de leerlas.
10. Reducirlo todo a un tuit (o un post en un blog). Confundir la visibilidad con la relevancia es frecuente, especialmente cuando basamos nuestros criterios en factores cuantitativos (tantos seguidores, tanta influencia). Queremos canonizar sobre la complejidad del mundo en 140 caracteres, o en un post como este. Y no, no cabe.
Feliz reinado de Trump.
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