Desde hace unas semanas, ando preparando un texto al que dar forma para que se convierta en libro. Es difícil —o, al menos, me lo resulta— dibujar un principio y un final a un ensayo que intente explicar qué pasó el 28M y qué ocurrirá el 23J en España.

Sin embargo, una de las constantes que aparece como hardcore de la política actual es el sanchismo, ese concepto que incluso el propio presidente Sánchez ha tratado de desmontar hablando de la cosa, como tratando de desestigmatizar ese producto mediático y psicosomático que revuelve tripas pero que no existe.

(1) En las lecturas y las ideas que voy anotando, aparece con frecuencia la visión patrimonialista del poder por parte de las derechas, que miran a la izquierda como okupas de las instituciones, como inquilinos indignos y estafadores a los que hay que echar a la fuerza.

Ya ha salido el tema okupas, sigamos.

(2) La derecha, monárquica y partidaria de cualquier tipo de dominación tradicionalista, en términos weberianos, se concibe a sí misma como la única fuerza legitimada para ostentar las instituciones del país, de las autonomías y de los ayuntamientos, y por ello cualquier otro escenario es una usurpación, es una manipulación del sistema, hay que dudar de los resultados electorales, salvo que nos sean favorables.

Que gane la izquierda sería un fraude electoral, como el que se difundió unos días antes del 28M y que, pese a afectar a varios partidos, se asignó al sanchismo. Recomiendo el artículo de Miguel Fernández Molina en el Huffington Post sobre los casos en diferentes puntos de España.

Okupas y fraude, la bola va creciendo.

(3) ¿Quiénes de Ustedes podrían decirme cuándo fue la moción de censura contra Rajoy? Lo he tenido que consultar, porque después del magma político de los últimos años me bailan las cifras. Fue en junio de 2018 cuando salió adelante la primera moción exitosa a un presidente, y Rajoy tuvo que abandonar la Moncloa. La impulsó el PSOE y, a diferencia de la impulsada por Podemos unos meses atrás, obtuvo 180 votos.

Rajoy, líder de la derecha (la «derechita cobarde» para algunos de los suyos, que después auparían la «derechita rebelde»), abandonaba las instituciones, sin pasar por las urnas y gracias a un líder que, apenas año y medio antes, había sido relegado por sus propios compañeros. La épica propia del Cid, con su propio Manual de resistencia, recaía en Sánchez, que usurpaba el poder a sus legítimos propietarios, como el okupa que entra en casa ajena, apoyado por grupos de independentistas e izquierdistas contrarios a la idea derechista de lo que es y debe ser España.

¿Cómo combatir esa épica o siquiera dibujarse a la misma altura de la historia? Montándole al padre del sanchismo una moción que nace muerta pero que sirve para desgastar. Y pondremos a un octogenario que hace varias décadas fue comunista, para vestir la actuación. Vox enmienda el sanchismo. La obra de teatro duró un par de días, pero los resultados intangibles llegan hasta más allá del 28M.

Okupas, fraude y épica. El sanchismo empieza a parecer una trama de Mentes criminales, donde el «sujeto desconocido» es bien conocido.

(4) Para que se parezca todavía más, hay que resucitar temas y problemas ya superados. El PP necesita a ETA para sobrevivir, irónicamente. Que te vote Txapote y a seguir utilizando el terrorismo con intereses partidistas, como siempre se ha hecho desde la derecha, que para eso son los legítimos propietarios del poder.

Qué peligroso es Sánchez y el sanchismo. ETA está más fuerte que cuando existía. Lo dicen Ayuso y Álvarez de Toledo y los medios lo amplifican. Si entras en el marco, pierdes. Si criticas al PP, pierdes también; la Coca-Cola no necesita hablar de la PEPSI, y si lo hace se coloca al mismo nivel. Pues de cabeza.

Okupas, fraude, épica y ETA. ¿Qué falta?

(5) La triangulación es una estrategia que consiste en entrar en temas que son más propios de los adversarios y contraponer políticas; por ejemplo, que el PP hable de medio ambiente, igualdad o políticas sociales.

Una de las frases más conocidas del primer Sánchez, allá por 2016, fue que «no es no», en referencia a la investidura de Rajoy, y que repitió el 2019 a Casado, aunque implica un punto de partida en el que otro ha ganado. Frente a aquella frase, y meses después del éxito de la moción de censura, las elecciones y el pacto con Unidas Podemos —claro estandarte de una de las antiespañas, en términos derechistas—, se aprobó la maltrecha ley del «sí es sí». Los jueces se han acogido a esta ley para reducir penas a criminales y la performance se ha dirigido a culpabilizar a la ministra Montero primero, y al presidente Sánchez después. Unido a temas escabrosos como la prostitución de niñas tuteladas en diversas comunidades —curiosa sincronía de noticias en Balears y País Valencià, una vez más—, supone un éxito de la triangulación, ya que las derechas se caracterizan por reducir orgánica y presupuestariamente las instituciones sociales y el tercer sector.

El marco dibujado, a través de declaraciones pasivo-agresivas, otras descarriadas y de trolls a sueldo, es que Pedro Sánchez ha permitido que se prostituya a niñas. Todo esto, a demás de ser okupa de las instituciones, de haber accedido de forma fraudulenta, con una épica propia de las derechas y con una ETA inexistente pero más fuerte que cuando existía, porque Txapote seguro que vota PSOE.

El sanchismo es el mal. ¿Qué es el bien?

(6) Es sencillo, hay que elegir: Sánchez o España. ¿Y quién representa a España, la idea patrimonialista de España? Ahora hay una pugna, y en Vox parecen molestos por la apelación al voto útil que hacen tras el debate desde el PP, sus primos mayores y menos enrabietados.

Todos estos mensajes no van al cerebro que tenemos en la cabeza, no; van al segundo cerebro, al intestinal, a las tripas. Frente a la subida del SMI, la ETA de Txapote. Frente a la excepción ibérica, miles de violadores en la calle. Frente a la contención del IPC, los okupas que entran en nuestra casa si salimos a comprar el pan.

De hecho, si has visto el debate con Feijóo —quien ha marcado cuántos y dónde se van a celebrar—, habrás visto un líder del sanchismo nervioso, que interrumpe, que no sabe restar los golpes galopantes a base de falacias y mentiras del candidato de la derecha. Ya hay opinadores que dibujan la idea de que Feijóo ejerció el rol de presidente y Sánchez el de candidato de la oposición, de una forma similar al debate de Rubalcaba y Rajoy de hace 12 años, cuando aquél formulaba preguntas al candidato popular, como si le estuviera entrevistando, ubicado en un plano diferente al de igualdad.

(7) ¿Qué es el sanchismo, entonces? El sanchismo es una trama, una suma de relatos, una ficción dibujada por quienes consideran suyo el poder, suyas las instituciones, suya la idea de España, y que en un sistema casi presidencialista y con unos fuertes liderazgos personalistas, buscan destruir, fragmentar y desincentivar. El política ocurre como con la confianza, que cuesta mucho conseguir votos pero es muy fácil perderlos.

¿Cómo se combate entonces el relato del sanchismo? Es una buena pregunta. No sé cómo se combate, pero sí sé cómo no se combate, y es con el mensaje de que viene la derecha, porque justamente se les está haciendo la campaña gratis. Es como si estuviésemos ante una ola gigante y empezásemos a gritar «¡que viene la ola, y la ola es mala!», en lugar de pensar en cómo construir diques, cómo convencer a la gente de que se resguarde y que combata la ola antes de que sea un tsunami.

No lo digo yo, lo dicen los resultados del 28M y en una semana y pico votamos de nuevo con el elefante ya descubierto en la habitación.

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